LA HERIDA MATERNA
- patricia ciriaco hernandez
- 10 ago 2024
- 3 Min. de lectura
Esta herida es el dolor de ser mujer que ha sido pasado de generación en generación en las culturas patriarcales.
Incluye todos los mecanismos de defensa disfuncionales que se utilizan para lidiar con ese dolor.
Esta herida incluye:
Compararse: no sentirnos suficientemente buenas.
Avergonzarse: una sensación consistente de que algo no está bien conmigo.
Disminuirse: sentir que tengo que permanecer pequeña para obtener amor.
Culparse: una sensación continua de culpa por querer más de lo que tengo
Esta herida se puede manifestar de las siguientes maneras:
No ser tú en tu totalidad para no lastimar a otros, sobre todo a la madre.
Tener una alta tolerancia al trato abusivo de los demás.
Cuidar emocionalmente a los demás.
Competir compulsivamente contra otras mujeres.
Autosabotaje.
Ser muy rígida y dominante.
Condiciones tales como desórdenes alimenticios, depresión y adicciones.
El costo de no sanar la herida materna es vivir tu vida indefinidamente con:
Una sensación vaga y persistente de “hay algo mal conmigo”.
No vivir tu potencial por miedo al fracaso o a la desaprobación.
Tener límites débiles y un sentido poco claro de quién eres.
No sentirte capaz ni merecedora de crear esa vida que anhelas.
No sentirte segura para tomar tu espacio y hablar tu verdad.
Acomodar tu vida para no “hacer olas” (no crear problemas).
Autosabotearte cuando te acercas al resultado deseado.
Inconscientemente vivir esperando el permiso o la aprobación de mamá para reclamar tu propia vida.

Para encontrar ese verdadero empoderamiento que las mujeres anhelamos y buscamos desde hace años, más que hacer y lograr, primero necesitamos tomar una pausa y autoindagar un poco en nosotras descubriendo esas carencias, miedos, vergüenzas, que nos mantienen amarradas a la idea de que no somos suficiente.
Entender por supuesto que, aunque esto lo heredamos de la madre, no es culpa de ella, es una herida pasada de generación en generación. Y para complementar esta idea, tomo prestada la frase de Viktor Frankl: “Somos seres espirituales teniendo una experiencia humana en cuerpos físicos”, y entonces entender que, siendo estos seres espirituales, nuestras madres son los canales que elegimos o necesitamos para entrar a esta experiencia humana y trabajar aquello que nuestro espíritu necesita experimentar y aprender.
Desde esta visión, me parece que nuestro trabajo de entrar e indagar para sanar nuestra historia con nuestra madre puede ser desde el amor y no desde buscar culpables y verdugos, somos víctimas de víctimas que a su vez fueron criadas por víctimas, pero por lo mismo necesitamos reconocer esto y dar los pasos necesarios para salirnos de esos roles que encarcelan nuestra creatividad, pasión, apertura, etc., y terminar con este legado de desamor y confusión que se ha ido creando a través de generaciones.
Además, es la forma necesaria para no perpetuar estos condicionamientos hacia nuestras hijas y las hijas de ellas; alguien tiene que parar esta inconsciencia y cada una de nosotras somos responsables, ésta es la palabra correcta: responsabilidad.

La responsabilidad de nuestra vida y nuestra plenitud está en nosotras, no en el pasado herido ni en el futuro incierto, sino en este momento, aquí y ahora.
Entonces, antes de seguir adelante, las invito a aceptar esta responsabilidad, el trabajo no es con la madre externa o la abuela o nadie en este sentido, es conmigo, adentro de mí y con mis introyectos, mis condicionamientos, heridas emocionales y conductas que ya hice mías. A la madre, al padre, les agradecemos lo que sí hicieron y nos dieron (aunque fuese sólo la vida, que ya es mucho) y continuamos con el trabajo internamente, con la madre interior. Por supuesto, como toda relación que queremos sanar, será necesario definir qué tan cercana deseamos esa relación con la madre externa y aprender a establecer límites.
Limpia el espejo de tu linaje femenino, cultiva tu verdadero ser.
Texto extraído del libro "Sanando la Herida Materna" de Aura Medina de Wit.
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