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EL ORDEN Y EL DESORDEN

Cualquier desorden en un sistema, causará un efecto, si bien las leyes sistémicas no son “matemáticas”, por eso hay que abrir las constelaciones para poder observar las dinámicas ocultas, y poder percibir donde está.


todo en Constelaciones pasa por la observación. El orden es sinónimo de salud, armonía, creatividad, expansión, buena relación y prosperidad sana, El desorden puede ser sinónimo de enfermedad, desarmonía, bloqueos, mala relación y ruina,




Por ejemplo, en el tema del dinero o la riqueza material. Se puede ser rico materialmente y eso no indica que haya orden en su sistema. Si el dinero se hace explotando a otros, causando daños, lo más probable es que con el tiempo, los descendientes de los que obran en contra de la vida de otros, paguen para “compensar”.


Los efectos de un hecho no tolerado por el sistema, a veces no llegan a los hijos, pero acechan a los nietos. No son inmediatos siempre, a veces, se ven con el tiempo.


Como dice la biblia, “los pecados de los padres los heredaran los hijos, y los hijos de los hijos”. Aunque parezca injusto, es algo observable con la perspectiva sistémica.


Cómo lo vemos en pequeños ejemplos?


Un ejemplo: En la familia se observa desorden, cuando se ve que los hijos hacen de padres, y los padres hacen de hijos, cuando los padres se ponen en el nivel de los hijos.


Cuando un hijo es el rey de la casa, algo que a veces le hace portarse como el tirano.

Cuando los padres dicen ser amigos de los hijos. Los padres no pueden ser “colegas” de los hijos, porque si los padres son amigos de los hijos, a estos les faltará la figura paterna.


Un ejemplo en la empresa, ¿Cuando se nota que hay desorden? Por ejemplo cuando el último que llega a trabajar se pone a actuar o considerarse por encima del que lleva mucho tiempo allí, Cuando los distintos sectores no se respetan, en las empresas hay seguro algún desorden...





"Es importante tener en cuenta que,


En la teoría sistémica el “orden” debe ir al lado del amor, ya que sin ese orden cualquier amor es ciego, es perjudicial. Eso de que hay amores que matan, pues si, metafóricamente, y de manera inconsciente, el amor “ciego” puede llevar a la enfermedad, a la ruina, a la muerte…


Al fin y al cabo todos nos movemos por amor, todo el mundo actúa como mejor sabe hacerlo. Muchas veces influenciado por lazos o vínculos con su sistema, en un deseo interno de pertenecer.


¿Cómo se entiende esto?


Un ejemplo es lo que se explico antes, los padres deben querer a los hijos “como hijos”, no como iguales, los hijos deben querer a los padres “como padres”, y en las parejas deben situarse y estar los dos en el mismo nivel, ya que son dos adultos.


Un hijo que se coloca “por encima” de sus padres, por ejemplo, tendrá problemas a la hora de encontrar pareja, o tendrá otros conflictos.

Todos hemos visto a personas que literalmente van de “padres” por la vida… Un hijo que está de modo inconsciente por encima del padre o la madre, puede cargar por “amor ciego” con sus emociones, con su enfermedad, su depresión, sus ganas de morir, su duelo.


Por eso, la “obligación” de los padres es el vivir una vida plena, ordenada, consciente, alegre y que sea un ejemplo porque los hijos heredaran lo que ellos transmitan.


Todo lo que los padres no sean capaces de resolver, dejen sin hacer, eso es lo que heredaran sus hijos.


Muchos padres se esfuerzan para dejar a sus hijos bienes materiales, propiedades, casas…para su futuro. Esos padres podrían ver que la “herencia” es mucho más que eso. Lo que heredan tus hijos es tu imagen de vida.


Por otro lado, se ha observado en sistémica que lo que hacen muchos de estos descendientes con estas grandes herencias materiales es acabar con ellas.





Invito a los padres a pasar por constelaciones y resolver sus problemas, ya que estos también los heredaran los hijos, además de ese piso en el centro, o de esas siete propiedades que algunos padres guardan celosamente, con la excusa de tener dos hijos que deben tener un futuro Piensa ¿Qué le están trasmitiendo al margen de las casas?



"Texto extraído del libro La otra herencia, por Lola C. Belmonte."




 
 
 

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